Hay ciertos aspectos de nuestro caminar con Dios que son esenciales para el desarrollo del carácter. Entender esto ayuda a que nuestros desafíos y batallas sean más tolerables. De importancia primordial es entender nuestra necesidad de estar correctamente conectados al cuerpo de Cristo, conocer nuestro lugar en él, y funcionar allí en los dones y ministerios que se nos han dado.
Hemos sido llamados a la mayor comunión: seguir al Rey con sus fieles. Ellos son algunos de los mejores, pero también algunos de los más difíciles. Juntos, nos proporcionan lo que necesitamos para cumplir nuestro propósito. Como se nos dice en 1 Juan 4:20: "Si alguien dice: 'Yo amo a Dios', y odia a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto".
Aprender a amar a nuestros colaboradores en Cristo, especialmente a los que quizá no nos gusten al principio, es una forma de crecer en el amor. Como se nos dice en 1 Corintios 13, podemos tener toda la fe, el conocimiento y la sabiduría y hacer grandes obras, pero si no tenemos amor, no significa nada. La iglesia está llena de personas desafiantes, así como nosotros sin duda somos desafiantes para algunos de ellos, pero necesitamos que todos maduremos en Cristo y en Su amor.
Cuando se le preguntó sobre las señales del final de esta era, lo primero que dijo Jesús fue: "no os engañéis" (véase Lucas 21:7-8). Uno de los dones del Espíritu que más desesperadamente necesita cada congregación es el don de discernimiento. Pocos cristianos tienen este don, y lo que a menudo consideramos como discernimiento es sólo una forma de sospecha. El don de discernimiento es tan sobrenatural como los otros dones, que nos son dados porque nuestros dones naturales son inadecuados.
Si hasta el apóstol Pablo admitió haber sido "impedido por Satanás" (véase 1 Tesalonicenses 2:18), todos deberíamos saber que no somos lo suficientemente inteligentes como para reconocer todos los engaños del diablo, que tiene miles de años de práctica contra los hombres. El diablo nunca puede engañar a Dios, pero puede engañar fácilmente incluso a las personas más sabias, especialmente si han caído en el orgullo de pensar que es imposible que alguien los engañe.
Todos "conocemos en parte y profetizamos en parte" (véase 1 Corintios 13:9), lo que significa que nadie lo sabe todo ni puede verlo todo. Por eso el apóstol Pablo no dijo que él tenía la mente de Cristo, sino que todos nosotros tenemos la mente de Cristo (véase 1 Corintios 2:16). Por esta razón, incluso la persona más sabia, más conocedora y más profética necesita a los demás. El Señor compuso Su cuerpo de tal manera que nos necesitáramos unos a otros, para que finalmente aprendiéramos a amarnos unos a otros. Si queremos llegar a ser como el Señor, debemos aprender a amar, porque "Dios es amor".
En 1 Timoteo 1:5 se nos dice: "Pero el propósito de nuestra instrucción es el amor nacido de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe sincera." La meta de todo lo que aprendemos, y experimentamos es el amor. Si no mantenemos nuestra atención en el objetivo final, nos distraeremos continuamente y a menudo nos dejaremos llevar por propósitos menores. Esto también puede ser una forma de engaño si nos distraemos de nuestro rumbo. El engaño no siempre proviene del enemigo.
Filipenses 1:9 dice: "Y esto ruego: que vuestro amor abunde aún más y más en verdadero conocimiento y en todo discernimiento". Así que el "verdadero conocimiento" y "todo discernimiento" sólo pueden ser vistos por aquellos que aman. La sospecha tiene su origen en el temor o el orgullo, no en el amor. No podemos discernir a nadie con precisión si no lo amamos. Dios ama incluso a nuestros enemigos y desea que se salven, así que para verlos como Él lo hace, que es "verdadero conocimiento" y "todo discernimiento", debemos verlos a través del amor.
Muchos no pueden entender esto porque tienen una comprensión distorsionada del amor de Dios. Su amor puede ser el más amable y gentil y el más severo. Por eso se nos dice en Romanos 11:22: "Mirad, pues, la bondad y la severidad de Dios". Todos los caminos de Dios son mucho más elevados que los nuestros, y su amor es mucho más grande y diferente en muchos aspectos que nuestro amor humano. Para comprender Su amor y crecer en él se nos dice en Efesios 4:15: "creceremos en todos los aspectos en Aquél que es la Cabeza", lo cual se nos dice en este capítulo que se hace al encontrar nuestro lugar y funcionamiento en Su cuerpo.
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