Aug 19
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Rick Joyner

      El Señor advirtió en Mateo 24:12 sobre el tiempo del fin de la era en el que ahora estamos: “Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará”. La maldad (o anarquía) comienza cuando empezamos a poner nuestros propios conceptos de ley y justicia por encima de los de Dios, tal como Él los ha establecido claramente en Su Palabra.

      Otro ejemplo de cómo este espíritu de maldad comienza su invasión sobre una nación es cuando las leyes son ignoradas o cambiadas por aquellos que no tienen autoridad para hacerlo. Un ejemplo de esto en los Estados Unidos es cuando jueces de tribunales de distrito, que han recibido autoridad en distritos específicos, intentan extender su autoridad sobre todo el país contrarrestando o modificando órdenes ejecutivas del presidente o mandatos del Congreso. Esto también es una violación del Artículo I, la cláusula de “separación de poderes” en la Constitución, que es “la ley suprema de la nación”.

      Tal negación de reglas claramente establecidas es un intento de tomar control donde uno no tiene autoridad. Esto se puede comparar con la manera en que un niño de 5 años puede intentar controlar a toda su familia con berrinches u otro comportamiento escandaloso. Si tal comportamiento no es controlado, puede volverse cada vez más extremo y peligroso. Tales niños crecerán convencidos de que no necesitan obedecer reglas, sino que pueden hacer las suyas propias. ¿No fue eso lo que hizo el diablo, causando así la primera rebelión y provocando que un tercio de los ángeles cayeran? Él buscó tomar autoridad que no se le había dado, lo cual es la raíz de toda rebelión desde entonces.

      Recientemente la Corte Suprema ha comenzado a frenar a los jueces rebeldes anulando sus fallos, pero probablemente eso no sea suficiente. Estos jueces juraron defender la Constitución, que fue establecida como la “ley suprema de la nación” y la base sobre la cual se sostiene todo el gobierno. Tal maldad es lo que impulsa a los rebeldes más peligrosos que enfrentamos. Tal maldad también debe traer las penas que la Constitución ordena si queremos detener este veneno que amenaza nuestra república constitucional.

      Nuestros fundadores llamaron a la destitución de tales jueces y/o a que el Congreso dejara de financiar sus tribunales. Esta autoridad fue dada en la Constitución al Congreso al darle el poder de destitución y el poder del presupuesto. Hasta ahora, el Congreso ha sido como padres que saben que deben disciplinar a sus hijos pero no tienen el valor para hacerlo. Así, el comportamiento peligroso solo empeora, y la autoridad constitucional legítima se erosiona.

      La maldad se desata cuando no hay consecuencias por torcer o romper las leyes. Esta es la base del pecado del hombre y la base sobre la cual el “hombre de pecado” afirmará su poder sobre las naciones. Para combatir esto, debemos fortalecer nuestra devoción a la justicia y la rectitud, y resistir la maldad, manteniéndonos firmes como la sal y la luz que estamos llamados a ser.

      Hay una razón por la que el “hombre de pecado” también es llamado el “hombre de la maldad (o anarquía)”. El resultado final de permitir que las leyes se tuerzan o se rompan sin consecuencia es ser gobernados por alguien que no está sujeto a restricciones frente a sus caprichos y deseos, lo cual es anarquía, la peor forma de tiranía.

      Con un solo acto de desobediencia, la rebelión en el cielo se extendió y arrastró a un tercio de los ángeles a seguir a Satanás. Luego se extendió a la tierra de tal manera que el apóstol Juan escribiría: “El mundo entero está bajo el poder del maligno” (ver 1 Juan 5:19). La maldad es contagiosa y se esparcirá rápidamente si no es contrarrestada.

      La maldad también crecerá en los corazones de aquellos que se infectan. El niño de 5 años que aprende que puede controlar a toda su familia con su rebelión, lo cual en última instancia destruye a la familia, crecerá pensando que puede hacer lo mismo con su ciudad e incluso con su país. Estos son ahora los anarquistas que están incendiando y destrozando nuestras ciudades.

      Hay una diferencia entre poder y autoridad. Toda autoridad le ha sido dada a Jesús, y llegará el tiempo en que Él usará Su poder para tomar Su autoridad sobre la tierra. Hasta que lo haga, la batalla contra la maldad aumentará hasta el fin de esta era, tal como Él y Sus apóstoles y profetas predijeron. Esto se pondrá tan mal que se nos dice en la Escritura que el Señor tendrá que regresar para evitar que toda la tierra sea destruida.

      Una forma en que podemos preparar el camino para Él y Su reino es teniendo Sus leyes escritas en nuestros corazones. Como se nos enseña en toda la Escritura, Dios promueve el respeto por la autoridad y la obediencia. La serpiente, que en la Escritura es el diablo, es llamada “astuta”. Esta es la naturaleza de aquel que siempre está tratando de doblar las reglas y ver hasta dónde puede salirse con la suya. Jesús es lo opuesto; Él vivió para obedecer y agradar al Padre, al igual que lo hacen aquellos que verdaderamente lo siguen.

 

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