“Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante Su propia sangre, sufrió fuera de la puerta. Así pues, salgamos a Él, fuera del campamento, llevando Su oprobio. Porque no tenemos aquí una ciudad permanente, sino que buscamos la que ha de venir” (Hebreos 13:12-14).
Jesús vivió y ministró fuera del campamento. Él nunca se convirtió en parte del campamento, o del establecimiento—y tampoco lo hicieron Sus discípulos durante las primeras generaciones. Cuando el cristianismo se convirtió en una institución, fue tan rápidamente corrompido que muchas de sus doctrinas fueron cambiadas hasta convertirse casi en lo opuesto de lo que el Señor y Sus apóstoles habían predicado.
Pronto, aquellos que se negaron a abrazar las enseñanzas pervertidas de la nueva institución del cristianismo fueron excluidos de la institución. Poco después, comenzaron a ser torturados y asesinados por negarse a aceptar las nuevas enseñanzas que eran tan diferentes de las del Señor. Creo que estos fueron los verdaderos santos—verdaderos creyentes—y dondequiera que se reunieran, ese era el verdadero cuerpo de Cristo.
El cristianismo institucional llevó a la civilización occidental a más de mil años de quizás la peor oscuridad que el mundo haya conocido. Por esto tantos historiadores se refieren a este periodo como “la Edad Oscura.” El Manual Bíblico de Halley estima que 50 millones de judíos y cristianos fueron martirizados en Europa durante este tiempo por negarse a doblar la rodilla ante el establecimiento religioso. Otros historiadores corroboran este número. Si este número no es exacto, probablemente sea mayor, no menor.
Aún un estudio superficial de estos mártires revela que la mayoría de ellos eran verdaderos seguidores de Cristo. Aunque sus vidas en la tierra fueron acortadas, amaron al Señor y Su verdad más que a sus propias vidas, por lo que vivirán para siempre. Como se nos dice en Apocalipsis y en otras profecías, aquellos que “no amaron su vida hasta la muerte” reinarán con su Señor cuando Él regrese con Su reino.
Estos mártires no solo fueron asesinados, sino que aquellos considerados “herejes” por la iglesia institucional soportaron métodos de tortura tan perversos y depravados que fueron peores que cualquier cosa concebida por los nazis o los comunistas en tiempos recientes. El exitoso libro El libro de los mártires de Foxe y otras obras documentan esto. Revelan la profundidad de la depravación y la maldad que las instituciones religiosas son capaces de cometer—que sigue siendo la peor depravación que el mundo ha experimentado. Ciertamente, tales dispositivos diabólicos jamás podrían ser considerados por un verdadero seguidor de Cristo.
Al final de esta era, todos los cristianos tendrán que elegir entre su lealtad a Cristo y su lealtad a las instituciones del cristianismo que ahora dominan la percepción del mundo sobre lo que es el cristianismo, pero que están en conflicto con gran parte de lo que Jesús enseñó.
Busqué en los escritos de los “padres de la iglesia primitiva,” quienes fueron ya sea discípulos directos del Señor (pero no apóstoles) o discípulos directos de los primeros discípulos del Señor, tales como Juan, Pedro y Jacobo. Una de las cosas que especialmente buscaba era cualquier referencia a la revelación de Juan, lo que nosotros llamamos el libro de Apocalipsis. Ellos previeron muchos de los eventos predichos en Apocalipsis cumpliéndose exactamente como estaban escritos, siglos más tarde en su futuro.
Por ejemplo, no pude encontrar ningún padre de la iglesia primitiva que esperara que se reconstruyera un templo físico en Jerusalén (para que “el hombre de pecado,” o “anticristo,” se sentara allí declarando ser Dios). Algunos señalaron que el templo del Señor era la iglesia, y que algo se levantaría dentro de una iglesia falsa para promover enseñanzas contrarias a las de Cristo, sustituyéndolo y tomando finalmente Su lugar como Cabeza de la iglesia.
Cuando hayamos establecido suficiente fundamento con los conceptos generales de las profecías que fueron retratadas simbólicamente en Apocalipsis, podremos llenar muchos detalles y ver una línea de tiempo confirmada por otras profecías bíblicas, como el libro de Daniel.
El punto principal que debemos captar ahora es que la historia es un testigo constante de que, si cualquier verdad llega a institucionalizarse, se corromperá. Esto incluye la verdad política, la verdad científica o cualquier otra verdad. Una vez que se institucionaliza, puede quedar sujeta a lo peor de la naturaleza humana caída. Pero aquellos que se mantienen firmes por la verdad y contra este mal serán purificados por el conflicto entre ambos.
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