En I Crónicas 16:29, II Crónicas 20:21, Salmo 29:2 y 96:9, encontramos la frase “la hermosura de la santidad”. Hay una belleza en la santidad a la que todas las personas se sienten atraídas. Hay una repulsión en la santidad falsa por la cual todas las personas son ahuyentadas. Distinguir entre la verdadera santidad y la falsa es fundamental para la vida cristiana victoriosa. Es la diferencia entre estar en el camino de la vida y estar en el camino de la muerte creciente y la separación de Dios. Debemos distinguir entre estos dos caminos.
La verdadera santidad es una de las características más convincentes y contagiosas que una persona puede tener. Sin embargo, la mayoría de los cristianos piensan que la santidad es una forma de legalismo, juicio severo o disposición a castigar por la menor falta. Esta ha sido una de las mentiras más efectivas del diablo para destruir al pueblo de Dios y sembrar muerte y destrucción, en lugar de la vida y sanidad que estamos llamados a llevar, a través del cristianismo.
Como se instruye en Hebreos 12:14, debemos: “Seguir la paz con todos los hombres y la santificación (santidad) sin la cual nadie verá al Señor”. Esto hace que la santificación sea tan importante como puede ser. Una de las pruebas más importantes para determinar el nivel y la calidad de nuestra fe es: ¿Estamos creciendo en santificación? Crecer en la santificación significa disipar las mentiras que nos han atado y conocer la verdad que nos hace libres.
Hay una repulsión comprensible a la santidad falsa, que es el legalismo. La justicia propia de los fariseos era el peor enemigo de Jesús cuando caminó por la tierra y continúa siendo el peor enemigo de todos los que caminan por el camino de la vida. Por el contrario, la verdadera santidad es una de las características más hermosas, contundentes y atractivas que puede tener un ser humano, porque es una manifestación del Espíritu Santo.
Para conocer al Espíritu “Santo”, primero debemos conocer Su primer nombre. “Santo” es Su primer nombre porque describe Su naturaleza básica. No podemos amar al Espíritu Santo y ser un anfitrión apropiado para Él sin amar la santidad. Amar y caminar en santidad es caminar en la mayor libertad y plenitud que podemos conocer en esta tierra.
La santidad falsa hace que la novia quiera ser perfecta para su Esposo por miedo. Si Él ve alguna imperfección en ella, la golpeará y la rechazará. La verdadera santidad hace que la novia quiera ser perfecta para el Novio, porque ella está muy enamorada de Él y desea fervientemente ser perfecta y agradarle en todas las formas posibles. El amor caracteriza a la verdadera santidad. El miedo caracteriza a la santidad falsa.
La verdadera santidad es en lo que Adán caminó antes de la caída. Cuando vemos que se demuestra la verdadera santidad, llama a algo muy profundo dentro de nosotros para caminar en la forma en que fuimos creados, como usar prendas hechas a la medida, tan cómodas y atractivas que todos quieren prendas como ellas.
La verdadera santidad no añade presión a nuestra vida, sino vida y poder. Como se nos dice en Romanos 14:17: “el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. La verdadera justicia está en el Señor. Es el estado más alto de existencia que podemos tener. En Su reino y dominio, hay paz y gozo mucho más allá de cualquier cosa que podamos experimentar.
Esta paz y gozo en la justicia de Dios da vida y atrae a otros a ella. Jesús es el hombre más santo que jamás caminó sobre la tierra, sin embargo, los pecadores se sintieron atraídos por él. El también se sintió atraído por ellos porque los amaba. Él nunca condenó a los pecadores, sino que los tocó para que quisieran librarse de cualquier cosa que no estuviera en armonía con Él.
La verdadera santidad es verdadero amor y libertad. La falsa santidad es el miedo que construye prisiones y busca meter en ellas a todos los hombres. Estas son las dos fuerzas más opuestas en la tierra. Afortunadamente, el amor es más fuerte que la muerte y siempre prevalecerá.
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