• Apr 8
    Week 14
    El Libro del Apocalipsis, Parte 25
    Rick Joyner

      "Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin", dice el Señor, "el que es y el que era y el que ha de venir, el Todopoderoso" (Apocalipsis 1:8 NVI).

      Como el libro de Apocalipsis es de Jesucristo, debemos tratar especialmente de absorber todo acerca de Él en este libro. Aquí se le llama Alfa y Omega, que son la primera y la última letra del alfabeto griego. Esto indica que Jesús es el principio del propósito de Dios y es la conclusión del mismo.

      Como notamos en el primer capítulo de Juan: “Él estaba en el principio con Dios” (ver Juan 1:2). Él es el propósito y resumen de todo lo creado. Como se nos dice en Efesios 1:9-10 (NVI):

      Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad conforme al buen propósito que de antemano estableció en Cristo, para llevarlo a cabo cuando se cumpliera el tiempo, esto es, reunir en él todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra.

      Jesús fue el principio de la creación de Dios, y todas las cosas fueron hechas por Él y para Él. Aquí vemos que todas las cosas van a ser “reunidas” en Él. Esto significa que el fin de todas las cosas es unirse a Él, encontrar su propósito y su ser en Él. Nuestro propósito debería ser hacer esto hoy y todos los días.

      Hubo un estudio realizado hace años que encontró que la pregunta más común que tiene la gente es sobre su propósito. El apóstol Pablo comenta en Romanos 1:19-20 que Dios puso este sentido de destino en todas las personas. Todas las personas tienen la sensación de que fueron puestas en esta vida con un propósito. Dios puso en nuestro corazón el cuestionamiento para que lo busquemos, lo encontremos y nos entreguemos a él. El propósito supremo que todos tenemos es ser conformados a la naturaleza de Jesús y, por ello, unirnos al resto de su creación a través de Él.

      Una de las formas en que logramos esto es hacer todo lo que hacemos como para Él, sirviéndole en todo lo que hacemos como adoración. Deberíamos hacer nuestro trabajo, nuestra vocación, como para Él, no sólo para nuestro empleador. Si estamos haciendo todo lo que hacemos por el Rey de reyes, debemos hacerlo de todo nuestro corazón con la excelencia que el Rey merece.

      Esto puede elevar nuestras vidas, nuestros trabajos y todo lo que hacemos de una manera que nos lleve a una vida trascendente, llevándonos más allá de lo mundano y terrenal. En lugar de centrarnos en lo terrenal, nos centramos en el propósito celestial de Dios en Cristo de traer el cielo a la tierra.

      El apóstol Juan llamó a Jesús “el Verbo” al comienzo de su evangelio, indicando que Jesús es la comunicación de Dios:

      En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él nada de lo que fue hecho fue hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres (Juan 1:1-5 NVI).

      Nuestro propósito final es conocer a Aquel que creó todas las cosas y para quien todas las cosas fueron creadas. Él es Aquel que dio vida a todos. Éste, por quien todo ha venido, quiere conocernos y estar cerca de nosotros. Fuimos creados para Su complacencia, y brindarle complacencia es nuestro mayor llamado. “Dios es amor”, por eso no podemos conocerlo sin amarlo, que es el primer mandamiento y nuestro propósito más elevado como seres humanos. Sólo cuando hagamos esto podremos amarnos unos a otros como deberíamos.

      Cuanto más lo conocemos, más comenzamos a verlo en “todas las cosas” y como el propósito de todas las cosas. Entonces, nuestros corazones se volverán hacia Él para buscarlo, no solo a organizaciones y programas.