Jun 9
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Rick Joyner

     

     La verdadera naturaleza de una persona está determinada por sus acciones, no sólo por sus creencias o sus palabras. Las creencias y las palabras son importantes, pero hay una razón por la que Jesús dijo que conoceríamos a las personas por su fruto en lugar de por sus creencias o sus palabras. Si todos fueran completamente fieles a sus creencias y sus palabras, podríamos conocer a los demás por éstas, pero la mayoría dirán y afirmarán creer cosas que sus vidas y acciones no reflejan.  

     La palabra "integridad" proviene del concepto de plenitud. Cuando nuestras acciones reflejan nuestras creencias y palabras, tenemos integridad. Tal integridad conduce a la fidelidad y la confiabilidad. Estos son los elementos básicos de nuestra relación con Dios y otras personas. La fe en Dios comienza con saber que Su palabra es verdadera. Cómo estamos llamados a ser como Él, nuestras palabras también deben ser verdaderas. La confianza de otras personas en nosotros comienza cuando saben que cumplimos nuestra palabra. 

     Todas las relaciones se basan en la confianza. Puedes amar a alguien, pero tu relación con ellos será superficial en el mejor de los casos si no confías en ellos. La confianza es el puente entre las personas sobre el que se basan las relaciones. Cuanto más fuerte sea el puente, o la confianza, más peso se puede llevar a través del puente. 

     Las crecientes divisiones en América en este momento no son sólo diferencias en política o preferencias políticas, sino que son el resultado de una ruptura de la confianza. Hemos sufrido tal colapso de la moralidad y la integridad que ahora es muy raro encontrar una persona verdaderamente honesta. Esta es más una causa de nuestras divisiones que los problemas en específico. El lado positivo de esto es que aquellos con integridad están comenzando a sobresalir, y en este mundo cada vez más inestable, la gente se siente atraída por ellos por la estabilidad que tienen. 

     Esto no implica que las diferencias en la política o las políticas no sean divisiones reales, o que sea importante defenderlas, pero la posibilidad de salvarlas requiere que se restaure la integridad y la confianza. La pregunta importante ahora es ¿cómo se restablece la confianza cuando se ha perdido? 

     La confianza se debe ganar y sólo hay una manera de ganarla: siendo digno de confianza. ¿Es nuestra palabra nuestro vínculo? ¿Existe coherencia entre nuestras palabras, nuestras creencias y nuestras acciones? Así como algunos de los puentes más importantes han sido maravillas de ingeniería del mundo, una persona de confianza es ahora una gran maravilla. Estas personas pueden ser puentes entre otras. 

     Aún más grave que la división entre los partidos políticos de nuestra nación es la creciente división entre el pueblo Americano y su gobierno. Hay un dicho popular que dice que se puede saber cuando un político miente porque sus labios se mueven. Lo que comenzó como una broma cínica ahora es una creencia básica basada en una larga historia de experiencia. ¿Entonces, cuál es la solución?

     Que los políticos digan una cosa pero hagan lo contrario es ahora común porque lo hemos tolerado. Ahora esperamos que el título de una nueva ley sea el opuesto de lo que realmente hace, porque hemos tolerado esta falta de integridad y verdad. 

     Un ejemplo reciente y dramático de esto que todavía es una herida abierta en América es "La Ley de Atención Médica Asequible". Nos prometieron que reduciría el costo de la atención médica, y que si nos gustaba nuestra póliza actual o nuestro médico, podríamos mantenerlos; nada de lo cual era cierto, sino que era contrario a la verdad. Esta ley fue aprobada incluso con una abrumadora desaprobación por parte del pueblo Americano, pero debería darnos esperanza el hecho que el pueblo Americano todavía la está rechazando. 

     Podríamos contar muchos ejemplos de falta de integridad por parte de los funcionarios electos, pero un problema aún más profundo es cómo personas con tan poca integridad son elegidas. En la actualidad, los que tienen más probabilidades de ser elegidos son los que mejor se autopromocionan y atacan a sus rivales. Después de eso, mentir y exagerar como si nada ayuda. Esto refleja lo profundo que hemos caído nosotros, no ellos. ¿Por qué toleramos esto? ¿Qué podemos hacer al respecto?

     En el Antiguo Testamento, Dios escogió a aquellos que estaban ocupados haciendo su trabajo y haciéndolo bien, incluso si eran insignificantes. Vemos esto con David y Eliseo, y Jesús hizo lo mismo con los discípulos que llamó. Del mismo modo, nuestro gobierno fue diseñado para ser dirigido por personas que están dispuestas a tomarse un tiempo libre como un deber para dedicarse a servir a su país, no a aquellos impulsados ​​por la autopromoción.

     Podemos tener la mejor forma de gobierno, pero tendremos un mal gobierno si no contamos con gente buena en él. Los fracasos actuales no son con nuestra forma de gobierno, sino con la gente que hemos puesto en él. El proceso que ha evolucionado en los dos partidos políticos principales es elegir y dar poder a algunas de las peores personas que tienen algunas de las peores razones para querer esos puestos. 

     Churchill dijo: "Los políticos piensan en las próximas elecciones, pero los estadistas piensan en la próxima generación". Cuando elegimos políticos en lugar de líderes y estadistas, podemos esperar que elijan lo que es políticamente conveniente y correcto para ellos en vez de lo que es mejor para el país. Sólo verifique cuántos en el Congreso votaron por la Ley de Atención Médica Asequible para nosotros, pero votaron para que el Congreso no esté sujeto a ella, sino que hubiera un plan diferente para ellos. Ese fue uno de los signos más reveladores de la desconexión cada vez más peligrosa entre nuestro gobierno y el pueblo.

     Cualquier gobierno dirigido por políticos en lugar de líderes probados se volverá tan disfuncional, ineficiente y falto de integridad como es el nuestro ahora. Los intereses personales se han arraigado tanto en nuestro gobierno que se necesitará otra revolución para restaurarlo y convertirlo en uno que sea verdaderamente del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. La revolución necesaria no es derrocar al gobierno, sino restaurarlo. 

     El cambio puede comenzar con algunos que tienen cargos ahora y que han demostrado ser "de un espíritu diferente" al de los ventajeros. En su mayoría son aquellos que hicieron un sacrificio para estar en el gobierno, dejando negocios o profesiones lucrativas para servir. Son el tipo para el que nuestro gobierno fue diseñado para ser dirigido. Aquellos que han sido fieles en la lucha contra la creciente corrupción y disfunción de nuestro gobierno y han mantenido su propia integridad son dignos de nuestra confianza. Actualmente, son ellos los que mantienen unido lo que queda de nuestra República. 

     Nuestra República no ha fallado, sino que le hemos fallado a nuestra República, y somos nosotros quienes debemos restaurarla. Nuestros Padres Fundadores abogaron por otra revolución si nuestro gobierno se volvía opresivo o disfuncional y ya no respondía a las personas para las que fue establecido. Estamos en el lugar donde otra revolución es inevitable, pero eso no significa que tenga que ser violenta. Oremos para que venga con la menor interrupción y costo posible, pero oremos para que llegue. Nuestra República no sobrevivirá mucho más en su curso actual.

     Los Padres Fundadores se preocuparon por los principios morales del pueblo Americano más que por cualquier otro atributo. Confiaban en que sus compatriotas siempre serían valientes y laboriosos, pero temían un deterioro futuro de su carácter moral. Este miedo probablemente surgió de lo que se sabía sobre los gobiernos democráticos anteriores. Las democracias del mundo antiguo se habían derrumbado debido en gran parte al declive de la virtud de sus ciudadanos, la pérdida de interés de la gente en su voz en las decisiones gubernamentales o el ansia de poder de sus líderes. Los Padres Fundadores creían que si el pueblo Americano permanecía honesto, estaba atento a sus responsabilidades como ciudadanos, evitaba la fama y el poder personales y amaba a Dios, entonces América seguiría siendo una poderosa fuerza para la libertad y la esperanza en el mundo. -Gordon Leidner

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