Nov 16
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Rick Joyner

       

           Nunca debemos huir de una batalla. Estamos llamados a ser vencedores, y los vencedores no huyen de los desafíos. Las Escrituras declaran repetidamente: "El Señor prueba a los justos" (ver Salmo 11:5). Estas pruebas no son para hacernos caer, sino para promovernos. Así como no podemos avanzar en la escuela sin pasar pruebas, lo mismo ocurre en nuestro caminar cristiano. El propósito de cada prueba es llevarnos más alto. 

           Las pruebas continuas para avanzar son una parte básica del camino cristiano. Es poco probable que pasemos alguna prueba con una puntuación perfecta. Miramos hacia atrás en cada desafío y sabemos que podríamos haberlo hecho mejor, pero "olvidando lo que queda atrás [...] prosigo hacia el supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (Filipenses 3:13-14). Podemos pensar que hemos reprobado un exámen cuando Dios piensa que lo hemos hecho bien. Él siempre "califica en una curva". Con Él, la gracia está incluida en todo para todos. La prueba definitiva es, ¿trataremos a los demás como Él nos ha tratado?

            Con Dios, nunca reprobamos un examen, sino que seguiremos tomándolo hasta que lo aprobemos. Aun así, tenemos asegurado el éxito si no nos rendimos. Se nos promete que Él siempre nos guiará en Su triunfo, y "el que persevere hasta el fin [...] será salvo" (Mateo 24:13). La palabra griega traducida como "salvo" aquí también puede ser traducida como "liberado". 

            ¿Por qué tantos abandonan, desertan o se alejan? La gente abandona por cualquier razón excepto por el amor. Tener una doctrina sana y bíblica es importante pero eso no será suficiente para mantenernos. No es suficiente tener la verdad; debemos amar la verdad y amar a Dios por encima de todo. 

           Es poco probable que alguien venga al Señor con motivos perfectos, o que tenga un amor perfecto y maduro por Dios en este mundo. Sin embargo, si estamos creciendo en nuestro amor por Él, no lo abandonaremos. 1 Corintios 13:8 dice: "El amor nunca falla". Esto podría haberse traducido como "El amor nunca abandona". 

            No hay camino en esta vida más difícil que seguir al Señor. A medida que maduramos en Él, las pruebas pueden ser aún más difíciles. El dicho es cierto: "Niveles más altos; demonios más grandes". Esto no es para castigarnos, pero si se nos ha dado más autoridad, debemos usarla para ir tras fortalezas más grandes y malignas. Los guerreros corren hacia el sonido de la batalla, no de ella. Cuando son atacados, lo consideran una oportunidad para la victoria y para recuperar terreno del enemigo.

            Esta debe ser nuestra naturaleza básica, pero sobre todo nuestra principal prioridad debe ser crecer en nuestro amor por Dios y por los demás. Si no crecemos en amor, cuanto más alto vayamos, mayor será nuestro riesgo de caer.  

           La verdadera vida cristiana es difícil, pero también la más satisfactoria y gratificante. Por si fuera poco, se nos da la vida eterna como suprema recompensa. No seríamos llamados si no pudiéramos hacerlo. Él promete que nunca permitirá que seamos tentados más allá de lo que podamos soportar. Aprendemos esto más a medida que maduramos: nuestra victoria no depende de nuestra propia fuerza, sino de la Suya, a la que accedemos a través de la fe en Él. 

             Se nos dice en Proverbios 24:16: "el justo cae siete veces". Incluso el más justo no caminará por un sendero perfecto. Sin embargo, este versículo continúa: "y vuelve a levantarse". El Señor no se complace tanto en nuestros tropiezos como en que nos levantemos y continuemos la lucha. ¡Levántate! ¡Sigue luchando! Nunca te rindas y nunca abandones. 

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