Aug 24
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Rick Joyner

         

           A medida que buscamos madurar en Cristo y conocer Su voz tan bien que podamos distinguirla rápida e instantáneamente, consideraremos las declaraciones de las Escrituras que definen la madurez, tales como Efesios 4:13: “hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo". 

           ¿Conoce a alguien que haya alcanzado “la estatura de la plenitud de Cristo”? He tenido el privilegio de conocer a algunos grandes santos, pero no hay ninguno que yo diría que ha alcanzado esto. Con los que quizás consideraría los más grandes que he conocido, hay un denominador común: no están demasiado enfocados en lo que están logrando y no parecen siquiera darse cuenta de ello. Esto se debe a que su atención no está tanto en ellos mismos ni en los demás, sino que su atención está en el Señor.

Considere el que parece ser el más grande de los apóstoles, Pablo. Cerca del final de su extraordinaria vida, él todavía no consideraba que había alcanzado el supremo llamamiento en Cristo, como lo expresa en Filipenses 3:3-14. Vale la pena leerlo detenidamente en su totalidad y estudiarlo como uno de los grandes discursos sobre la verdadera madurez en Cristo:

Porque nosotros somos la verdadera circuncisión, que adoramos en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no poniendo la confianza en la carne, aunque yo mismo podría confiar también en la carne. Si algún otro cree tener motivo para confiar en la carne, yo mucho más: circuncidado a los ocho días de nacer, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, hallado irreprensible. Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo.

Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable    valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo, y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe, y conocerlo a Él, el poder de Su resurrección y la participación en Sus padecimientos, llegando a ser como Él en Su muerte, a fin de llegar a la resurrección de entre los muertos.

No es que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que estádelante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús". 

            Cuando Pablo escribe aquí que no considera que aún lo haya alcanzado, no estaba hablando de la salvación o de la vida eterna, sino que vio un "alto llamamiento" que era tan elevado que no podía presumir que aún lo había alcanzado. Si aquél que es considerado posiblemente el apóstol misionero más grande de todos los tiempos, cerca del final de su vida todavía no pensaba que había alcanzado el alto llamamiento de Dios en Cristo, ¿cómo podría alguien saber si lo ha logrado si él no lo sabía? 

            Parece que no nos corresponde a nosotros saber en esta vida si ya lo hemos logrado, pero nos corresponde a nosotros saber que hay un llamado elevado, y aquellos que lo ven están llamados a correr la carrera para lograrlo. Sin embargo, mi experiencia subjetiva es que todos los que afirman haber logrado esto se están engañando y, en cambio, parecen caminar más en el tipo de orgullo que Dios dice que resistirá. 

           Considere que el Rey mismo es “manso y humilde de corazón” (ver Mateo 11:29). Si Él es manso y humilde, ¿cuánto más deberíamos serlo nosotros si realmente estamos siendo conformados a Su imagen?

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