Aug 3
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Rick Joyner

       

         

           Como dice mi amigo Francis Frangipane: "Estamos llamados a seguir a Emanuel, no a un manual". Debemos entender esta verdad si queremos permanecer en la senda de la vida siguiendo a Jesús, y no sólo principios acerca de Él. Nuestra Verdad es una Persona que nos ha llamado a tener una relación personal consigo mismo. 

            Esto no quita mérito a nuestra devoción y reverencia por la Palabra escrita de Dios, la Biblia. Si Jesús, quien es el Verbo, fijó su posición en “Escrito está” cuando fue desafiado por el diablo, cuánto más necesitamos saber y apoyarnos en las Escrituras. Sin embargo, la intención nunca fue que las Escrituras reemplazaran nuestra relación con el Señor mismo, o Su Espíritu que Él envió para ser nuestro Guía. 

           Tan importante como es la Biblia, Jesús no dijo que iba a enviarnos un libro para guiarnos a toda la verdad, sino que enviaría su Espíritu para hacer esto. Su Libro es importante y queremos conocerlo tan bien como podamos porque la doctrina se establece en Su Palabra escrita, pero Su intención no era que la Biblia tomara el lugar del Espíritu Santo. Incluso la Biblia, si no se lee con el Espíritu Santo, será simplemente lo que se llama "letra muerta". Estas mismas palabras, cuando son leídas por el Espíritu, se convierten en maná celestial vivificante. Ellas suplen nuestras necesidades mientras caminamos en el Camino, pero el Camino en sí es una Persona que debemos seguir.

           Hay dos formas principales en las que reconocemos a otras personas: por su rostro y por su voz. ¿A cuántas personas podrías reconocer por su mano? Sin embargo, ¿cuántos cristianos conocen a Dios solo por Su mano, lo que Él les da o puede hacer por ellos? En Juan 10, el Señor explicó que Sus ovejas conocen Su voz y lo siguen porque conocen Su voz. Incluso bajo el Antiguo Pacto, a Israel se le dijo repetidamente que obedecieran Sus mandamientos “y” escucharan Su voz. Incluso con todas las instrucciones que recibieron para sus vidas, todavía tenían que conocer y escuchar Su voz. 

           Hoy en día, muchos cristianos devotos creen que ya no necesitamos que Dios nos hable, ni necesitamos profecía, porque ahora tenemos la Biblia. Piense en cómo se sentiría cualquier novia si el día de su boda, su esposo le dijera que le escribió un libro donde le contaba todo lo que esperaba de ella, ¡para que nunca más tuviera que hablarle! ¿Qué tipo de relación sería esa? 

           Por este tipo de enseñanza que contradice las Escrituras, que han puesto en el lugar del Señor mismo, estos son aquellos sobre quienes está escrito en 2 Timoteo 3: 5: teniendo apariencia de piedad, pero habiendo negado su poder. A los tales evita".

           La calidad de cada relación estará determinada por la calidad de la comunicación. El Señor nos ha comunicado acerca de Sus caminos a través de las Escrituras, pero para nuestra relación diaria y continua con Él, Él ha enviado Su Espíritu, no solo para guiarnos, sino para ser nuestro Guía y llevarnos a Jesús. 

           Siempre debemos estimar las Escrituras como la forma principal en que el Señor nos enseña las doctrinas que nos obligan a vivir rectamente ante Él, pero Jesús dijo en Mateo 4:4: “Está escrito, 'NO SÓLO DE PAN VIVIRÁ EL HOMBRE, SINO DE CADA PALABRA QUE PROCEDE DE LA BOCA DE DIOS'”.Vivimos por la palabra que “procede” de Su boca, tiempo presente, no la palabra que “procedió”, tiempo pasado.  

           El nombre del Señor es "Yo soy", no "Yo era" o "Yo seré". Para conocerlo debemos conocerlo en el presente. Él es el "Dios Viviente", y aunque queremos conocer la historia de Sus acciones y tratos con los hombres como lo tenemos en las Escrituras, nuestra relación con Él debe ser en el presente. Por mucho que estemos agradecidos por Jesús de Nazaret, Él ya no es Jesús de Nazaret, sino el Rey de reyes que se sienta en un trono por encima de todo gobernante y dominio en el cielo y la tierra. Así es como debemos conocerlo ahora. 

           Hasta el final de este año, las Palabras de la Semana se enfocarán en cómo lo conocemos y caminamos con Él, conocemos Su voz y buscamos Su rostro, lo cual se nos ha ordenado que hagamos. 

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