Apr 19
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Rick Joyner

        En Isaías 60:1-5 se nos da un cuadro profético de un tiempo en que las "tinieblas cubrirán la tierra, y densa oscuridad los pueblos." Sin embargo, el Señor también promete la aparición de Su gloria y que las naciones vendrán a Su luz durante este tiempo. Luego Isaías añade que nuestros hijos e hijas volverán, y la riqueza de las naciones será llevada a Su pueblo. Esta esperanza es un ancla para nuestras almas, y debemos tenerla siempre presente. Independientemente de lo oscuro que se vuelva, la luz vendrá y vencerá a la oscuridad.

        Ahora estamos viendo la peor oscuridad espiritual de todos los tiempos extendida sobre la tierra. Ha venido en muchas formas, pero está tejida como un velo de "densa oscuridad" sobre la gente. Aunque todavía está por verse la gloria del Señor manifestada sobre Su pueblo en la forma en que este texto implica, vemos las condiciones que se están preparando para ello. Una condición es el corazón ardiente de pequeños focos de personas que no han sucumbido al espíritu de tibieza de esta era. A continuación, deberíamos anticipar que estos focos de personas comiencen a conectarse y que sus fuegos crezcan.

        El libro de Apocalipsis fue una visión dada a Juan como una "revelación de Jesucristo" -lo que significa que es el enfoque en Jesús mismo, no sólo en las doctrinas sobre Él o en las instituciones que crecieron alrededor de esas doctrinas lo que traería la gloria del Señor. La enseñanza bíblica sólida es importante para un fundamento fuerte, pero es al ver la gloria del Señor que somos cambiados a Su imagen (ver 2 Corintios 3:18). Por lo tanto, deberíamos esperar que los cristianos comiencen a buscar al Señor mismo de una manera nueva y dramática.

        También hay mucho sobre el anticristo en el Apocalipsis. Esto explica por qué se ha permitido la evolución de toda la era desde la Caída, para que la naturaleza del mal en su plena madurez pudiera ser revelada a toda la creación. El anticristo, u "hombre de pecado", es la personificación del pecado de todos los hombres. Así sería toda la humanidad sin la redención y la reconciliación de Cristo. Esto es lo que somos todos sin Cristo y sin la gracia de Dios. No hay mayor contraste con Cristo que ésto, y se ha permitido que se desarrolle para que todos podamos ver quiénes somos realmente sin Jesús en comparación con quiénes somos con Él.

        Así que, mientras esperamos que la gloria del Señor sea revelada, y mientras enfocamos nuestra búsqueda en conocer y permanecer en Él, también debemos entender la naturaleza de la oscuridad contra la que nos enfrentamos aquí. Como principio militar básico, no podemos derrotar a un enemigo que no podemos ver ni entender. De la misma manera, en nuestra batalla espiritual, debemos ver y entender la oscuridad que tenemos que enfrentar.

        A medida que se revelan las tinieblas y el mal de este mundo, también se revelan sus rastros en nosotros. No debemos entrar en batalla contra esta suprema oscuridad al final de esta era con ella en nosotros todavía. Para desarraigar todo el mal en nosotros y prepararnos para contemplar y convertirnos en vasos de Su gloria, debemos aplicar los cuatro elementos de 2 Crónicas 7:14 a nuestras vidas:

"Si se humilla Mi pueblo sobre el cual es invocado Mi nombre, y oran, buscan Mi rostro y se vuelven de sus malos caminos, entonces Yo oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra."

Estos cuatro elementos a los que debemos adherirnos, para que Él pueda sanar nuestra tierra son:

  1. Humillarnos
  2. Orar
  3. Buscar Su rostro
  4. Convertirnos de nuestros malos caminos.

Nótese que estas son las cosas que Su pueblo debe hacer, no los paganos. La sanidad de nuestros países depende de aquellos que conocen al Señor.

        Tomaremos las próximas semanas para profundizar en cada una de éstas para buscar una comprensión más profunda y su aplicación en nuestras vidas. Obviamente, lo que hemos hecho hasta ahora para cumplir con ellas no ha sido adecuado. Al hacerlo, nosotros también deberíamos esperar ser iluminados y sanados.

 

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