Apr 26
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Rick Joyner

        Continuamos esta semana analizando los cuatro requisitos establecidos en 2 Crónicas 7:14 para que el Señor sane nuestra tierra. Ellos son:

  1.  Humillarnos
  2.  Orar
  3.  Buscar Su rostro
  4.  Convertirnos de nuestros malos caminos.

Esto es lo que el pueblo de Dios tiene que hacer, no los paganos. Por lo tanto, queremos hacer estas cosas y no sólo entenderlas. Esta semana, examinaremos las exhortaciones bíblicas para humillarnos, buscando cualquier forma en que no hayamos aplicado esto a nuestras vidas.

        Santiago 4:6 declara: "Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes". ¿Puede haber algo más valioso que la gracia de Dios? Admitiendo que creemos que no lo hay, ¿reflejan nuestras vidas esta creencia? ¿Buscamos Su gracia más que cualquier otro tesoro, relación, éxito profesional o incluso nuestra seguridad? La prioridad que damos a la gracia de Dios revela lo que realmente creemos.

        ¿Buscamos Su gracia de la manera que Él nos instruye, humillándonos? En las Escrituras, se nos dice repetidamente que nos humillemos, así que esto es algo que el Señor espera que hagamos. Entonces, ¿cómo lo hacemos? Las Escrituras nos dicen que lo hagamos de varias maneras, como en el Salmo 35:13, donde el rey David dice que se humilló con el ayuno. En las Escrituras, ayunar es abstenerse de comer. Esto es algo que el Señor reconoce y honra de manera especial. Con esto declaramos que lo necesitamos a Él y a Su gracia más que a la comida.

        Ya que el ayuno de comida es contrario a la naturaleza carnal, esta es una manera de negarnos y romper su poder sobre nosotros. Se nos dice en 1 Corintios 11:31: "pero si nos juzgáramos a nosotros mismos, no seríamos juzgados." Esta es otra manera en que podemos humillarnos. Si nos humillamos a nosotros mismos, Él no tendrá que humillarnos.

        Aún otra forma de humillarnos es dejar de hablar tanto de nosotros mismos. Un barómetro que revela nuestra inmadurez espiritual es lo mucho que hablamos de nosotros mismos, incluso si se trata de cosas espirituales, como la forma en que Dios nos ha usado. Deberíamos testificar de las grandes cosas que el Señor ha hecho, pero es fácil darse cuenta cuando uno está haciendo esto para destacarse a sí mismo en lugar de honrar a Dios.

        No seremos cambiados a la naturaleza del Señor al estar enfocados en nosotros mismos. Somos cambiados al verlo a Él y Su gloria. Cuando hacemos esto, Él se convertirá en el foco de nuestra atención y conversación porque, como Él dijo, "de la abundancia del corazón habla la boca" (ver Mateo 12:34). ¿Estamos llenos de Él, o sólo llenos de nosotros mismos?

        ¿Cuánto más podríamos ser usados por Él, si cuando nos encontramos con otros, no estuviéramos tan concentrados en dar una buena imagen sino más bien buscar formas de animarlos y edificarlos? El Señor dijo: "Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido" (Lucas 18:14). Observe que no dijo "muchos" o "la mayoría" de los que se exaltan, sino "todos". A lo largo de la Escritura se nos exhorta a humillarnos, y que Dios es el que exalta. Ser humildes es nuestro trabajo; exaltar es Su trabajo. Si tratamos de hacer Su trabajo, Él hará el nuestro, ¡y Él puede hacer ambos mucho mejor que nosotros!

         Una persona centrada en sí misma que trata de insertar su historia, sus experiencias o, en general, su perspectiva en cada conversación, suele ser la que los demás tratan de evitar. Estas personas no se dan cuenta de que no son tan interesantes para los demás como lo son para ellos mismos. Estas personas también se ven degradadas socialmente, e incluso aisladas más de lo que suponen.

         Como cristianos, ¿cómo podemos nosotros, que hemos visto y conocido al Señor, estar más cautivados con nosotros mismos que con Él? ¿Cómo puede alguien que ha contemplado Su sacrificio en la cruz ser propenso a hablar de su propio sufrimiento? La madurez cristiana se revela al estar centrados en Cristo; la inmadurez cristiana se revela al estar centrados en nosotros mismos.

         Ya que hablamos de la abundancia de nuestros corazones, propongámonos estar enfocados en Cristo, centrados en Cristo, y con nuestros corazones llenos de amor por Él. Determinemos que Él será nuestra conversación.

         "Eres lo que piensas, y no lo que piensas que eres". (Desconocido)

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