El primer requisito que lleva a koinonía es estar centrado en Cristo, no en el hombre. Podemos pensar que koinonía es lo que tenemos con otros creyentes, que es verdad. Sin embargo, esto no es realmente posible si el Señor mismo no está en medio de nuestras relaciones con los demás, y el propósito principal en ellas.
Un factor que lleva a koinonía, la forma máxima de compañerismo con los demás y con Dios, es cuando nuestros corazones comienzan a arder como el del rey David para que el Señor tenga un lugar donde habitar. Ese es el corazón que probablemente producirá lo que Él realmente quiere habitar, no sólo bendecir o visitar ocasionalmente. Dios busca compañerismo, y también el hombre, y el máximo compañerismo que podemos tener es con Él. Esta comunión es la búsqueda suprema del hombre.
Algunos de los mejores amigos de Jesús fueron Lázaro, Marta y María de Betania. Después de que el Señor resucitó a Lázaro de entre los muertos, pareció pasar tiempo con ellos durante varios días. Estos fueron algunos de Sus últimos días en la tierra, pero en lugar de usar ese tiempo para enseñar y capacitar a quienes serían Sus futuros líderes, prefirió simplemente disfrutar de la compañía de Sus amigos que tal vez hayan tenido poca importancia estratégica. ¿Por qué? Betania podría traducirse como “un hogar de bondad”. ¿No es eso básicamente lo que Él ha llamado a ser a Su iglesia? No se trata sólo de buenas obras, sino de una atmósfera. La verdadera bondad sólo puede tener sus raíces en el amor y, en última instancia, sólo en el amor de Dios.
El Señor hizo a cada uno de nosotros único, por lo que se debe esperar que cada uno de nosotros tenga una perspectiva única sobre esto.
La unidad por conformidad es del infierno, no del cielo. Podemos discernir fácilmente Sus enseñanzas y Su liderazgo por su capacidad para tolerar debates o desafíos con gracia y sabiduría. El registro divino, la Biblia, es un testimonio de esto. Cómo tolera la rebeldía de los hombres y continúa amándonos probablemente será una de las grandes maravillas de la eternidad. Si Él ha tolerado tanto a la humanidad, ¿cuánto más deberían tolerar sus líderes el desafío o el debate? Eso es un reflejo de la diversidad que Él puso en toda Su creación.
Como declararon los moravos sobre la unidad: “En lo básico, debemos tener unidad. En todas las demás doctrinas debe haber libertad, y en todas las cosas debemos tener caridad”. Esta mentalidad permitió a los moravos tener una influencia significativa en casi todos los campos espirituales importantes de su época. No lo hicieron cediendo sus creencias o visión, sino que trataron a los de cada grupo con respeto, lo que hizo que los de los otros grupos estuvieran más abiertos a ellos.
Una de las razones de las muchas divisiones entre los cristianos es que tratamos de estar de acuerdo en demasiadas cosas. A Israel sólo se le requería estar en unidad en dos cosas: adoración y guerra. Debían adorar a Jehová, y si alguna de las tribus era atacada, todas las demás debían movilizarse para defender a sus hermanos. ¿Cómo podría una determinación así cambiar hoy el cuerpo de Cristo? Esto sólo podría suceder si los cristianos tuvieran una fuerte devoción por respetar y estar abiertos a las diferencias en lugar de rechazarlas por defecto, lo que es más un reflejo de inseguridad que de fe.
Esto no quiere decir que debamos ceder nuestras convicciones, pero como sabemos que todos vemos en parte y conocemos en parte, la sabiduría dicta que permanezcamos abiertos a aquellos que puedan tener una perspectiva diferente a la nuestra. Es posible que sus diferencias no entren en conflicto con lo que vemos, pero pueden agregar partes que aún no vemos.
Si el Señor ha hecho único cada copo de nieve, incluso cada hoja de cada árbol, ¿por qué la iglesia que se supone es la más representativa de Él es tan aburridamente uniforme? Dios creó a toda la humanidad a Su imagen, y se necesita toda la diversidad de todas las tribus, naciones y culturas para representar cada aspecto de Él.
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