Jul 13
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Rick Joyner

       

         A medida que continuamos estudiando los deberes y formas de ser atalayas, hay habilidades que debemos desarrollar para una tarea tan importante que todos deberíamos ser serios en conocer y en hacer. Las habilidades de un vigilante también pueden magnificar todo lo que hacemos, ya que nos ayudan a estar mucho más alerta y concentrados en lo que sucede a nuestro alrededor. 

         Las habilidades de un atalaya no son sólo para ser usadas mientras estamos “de servicio” como centinelas, sino que pueden desatar en nosotros un nivel de percepción y conciencia que deberíamos tener activado todo el tiempo y que puede ayudarnos en todo lo que hacemos. Estas no son sólo para buscar amenazas a la defensiva, sino también para buscar cosas tales como oportunidades para que el Señor las use para tocar a los necesitados.  

         Dicho esto, hemos entrado en un momento en el que existe una amenaza de violencia en casi todo lugar y en cualquier momento. A medida que avanzamos en la capacitación para ser un centinela eficaz y aprendemos a reconocer amenazas, en realidad nos permitirá tener mayor paz y confianza porque no nos enfrentamos a una incógnita ambigua, sino que sabemos lo que estamos buscando y podemos verla si aparece.

         Estar bien entrenados y preparados nos permitirá movernos más rápidamente hacia una postura proactiva, lo que nos permitirá involucrarnos en la situación y ganar control sobre ella en lugar de al contrario. Ser pasivos en una situación de amenaza casi siempre nos pondrá en una posición mucho más peligrosa. Ser participativo y proactivo es una de las cosas más seguras que podemos hacer. Hay excepciones que cubriremos, pero este principio generalmente es cierto. 

            Los cristianos deberían tener la ventaja en cualquier situación de amenaza porque no deberíamos tener temor a la muerte, como vemos en Hebreos 2:14-15:

   “Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, también Jesús participó de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo”.

            Esto establece que no tener miedo a la muerte hace al diablo impotente sobre nosotros. El diablo mantiene a la gente esclavizada por el temor, y el temor a la muerte es el mayor temor y yugo de esclavitud. El grado en que estamos libres del temor a la muerte es el grado en que estamos libres de esclavitud. Es a través de la fe en la cruz y la resurrección que nos liberamos de este temor supremo y, por lo tanto, de cualquier otro temor que pueda controlarnos, de modo que seamos controlados por el Espíritu de Dios. 

            El grado en que todavía tememos a la muerte es un barómetro que indica cuánto no creemos en el evangelio o no confiamos en Dios. No es suficiente creer en una doctrina si no cambia nuestra vida. Aquellos que realmente creen en el poder de la cruz y la promesa de la resurrección, no temerán a la muerte. Cuando nos liberamos del poder de este miedo supremo, podemos liberarnos fácilmente de cualquier otro yugo de esclavitud. 

            Es por eso que el evangelio apostólico fue que "proclamaron a Jesús y la resurrección de entre los muertos". (Hechos 4:2, 4:33, 17:18). Esta fue la gran esperanza y el ancla para sus almas que permitió a los santos de la iglesia primitiva ser tan valientes frente a las amenazas, la persecución e incluso la muerte por causa de Su nombre. No sólo creían en una doctrina de la resurrección, tenían una fe verdadera que convierte las doctrinas en una realidad.  

            Si tenemos verdadera fe en Jesús, no sólo una doctrina acerca de Él, también tendremos verdadera fe en la resurrección, no sólo una doctrina acerca de ella. Por lo tanto, aquellos que tienen verdadera fe serán las personas más intrépidas y valientes de todas. Si no andamos en la verdadera fe y el coraje supremo que trae, entonces debemos trabajar en eso a medida que trabajamos en nuestras habilidades de atalaya. De hecho, todo lo que busquemos hacer en estos tiempos debería ser, en última instancia, crecer en Él en todos los sentidos.

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