Apr 13
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Rick Joyner

       

       Como hemos estado cubriendo nuestras “armas divinamente poderosas” que también se llaman el “fruto del Espíritu”, esta semana continuamos con benignidad y bondad. Las cubriremos juntas porque están muy relacionadas.

       En Romanos 12:21 se nos dice: "No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el mal". Nuestras armas divinamente poderosas son el cómo hacemos esto. Superamos todo mal con el bien que se opone a él, como dice el versículo anterior: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer. Si tiene sed, dale de beber. Al hacer esto, amontonarás carbones encendidos sobre su cabeza".

         Los “carbones” hablan de la angustia mental y la convicción que sobreviene a quienes nos han hecho el mal cuando no les devolvemos el mal como ellos esperan, sino el bien. Esto debe venir de nuestro corazón y una devoción a la benignidad hacia los demás en lugar de hacer daño o verlos castigados. 

         Es de notar que el fruto del Espíritu es singular, no plural. No hay nueve frutos del Espíritu, sino uno con nueve características. Todos trabajan juntos y no se pueden separar. Por ejemplo, nuestra bondad y benignidad deben hacerse con amor, fe y paciencia... Jesús nos ha ordenado: “Pero yo les digo a los que oyen, amen a sus enemigos, hagan bien a los que los odian, bendigan a los que les maldicen, oren por los que les maltratan” (Lucas 6:27-28).

         Tal vez la mejor definición de "bondad" y "benignidad" se encuentra en el resto de esta declaración tal como se registra en Mateo 5:44-46. Jesús explica por qué debemos amar a nuestros enemigos y hacerles el bien: 

         “Pero Yo les digo, amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en los cielos; 

          Porque Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos. 

         Porque si aman a los que les aman, ¿qué recompensa tienen? ¿No hacen lo mismo incluso los recaudadores de impuestos?” 

         Entonces, nuestra devoción por amar a nuestros enemigos y hacerles el bien es para que podamos ser como nuestro Padre en el cielo. ¿Qué llamado más elevado podríamos tener que éste? ¿No es la mayor demostración de la bondad, la benignidad y el amor de Dios cómo Jesús murió por los mismos que lo persiguieron? 

         La bondad y la benignidad en respuesta al mal pueden ser el ejemplo más dramático de esta poderosa arma, pero no siempre tiene que ser en respuesta al mal. Se dijo del Señor en Hechos 10:38: "Él anduvo haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él". Todos los días Él buscaba cosas buenas para hacer. ¿Es esa nuestra mentalidad a medida que andamos en nuestra cotidianidad? Lo será si permanecemos en Él.

         En todo, tengamos presente 1 Timoteo 1:5: “El propósito de nuestra instrucción es el amor nacido de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe sincera”. Una de las grandes expresiones del amor de Dios a través de nosotros es a través del bien que hacemos, especialmente cuando es en respuesta al mal que se nos ha hecho. 

         Entonces, si estamos creciendo en el fruto del Espíritu, también estaremos creciendo en bondad y benignidad. Mientras caminamos permaneciendo en el Señor, busquemos también hacer el bien a los demás y hacerlo siempre en el Espíritu de benignidad.

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